jueves, 17 de julio de 2008

También los hay buenos

Como el de las panaderías, las tiendas de incienso o jabón, los jardines, o cuando llueve y no se puede oler otra cosa que humedad.
¡Pero qué diferencia con los olores de verdad! Los de tierra, olivo, azahar, playa, jazmín... No sabemos hasta qué punto es importante en nuestra vida el olfato, por eso no le hacemos caso, por eso los olores desagradables se nos meten dentro, sin darnos cuenta, y empezamos a oler mal por dentro. Después de muchos años en Madriz (así se dice por aquí, ¿no?), seguro que a cualquiera le huele el hígado a polución de tráfico rodado, y los pulmones a pis y cagadas de perro, y el corazón...Ése está perdido para siempre. ¿Acaso no?

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